“Concentración
de medios” - Por Martín Becerra y Guillermo Mastrini
(…) El sector comunicacional ya no está sólo formado
por empresas familiares y, en algunos casos, encabeza importantes grupos
transnacionales. Se destaca cada vez más el lugar central de las industrias de
la comunicación para organizar el mundo simbólico de la sociedad capitalista
madura, enlazando estructuras económicas y formaciones culturales. Las
políticas vinculadas con la estructura de propiedad de los medios de
comunicación se han convertido en un factor esencial y polémico para garantizar
la diversidad de la información. Para algunos, esta última se garantiza a
través de los diferentes intereses de los propietarios de los medios de
comunicación. Para muchos, la concentración de la propiedad reduciría esa
posibilidad. (…)
Sobre la
economía política del audiovisual
Como se ha señalado en la introducción, debemos
abordar el estudio de la concentración de la propiedad de los medios de
comunicación considerando tanto su dimensión económica como política. Ambas
plantean situaciones específicas para la producción cultural, y deben
ser analizadas en particular y complementariamente.
En el plano económico, si bien la producción
cultural comparte características económicas con los bienes de consumo, también
tiene particularidades propias. Su principal característica es que su cualidad
esencial, de la que deriva su valor de uso, es inmaterial, por ser un contenido
simbólico transportado por algún soporte.
En segundo lugar, la esencia de su sentido, del cual deriva el valor de las transacciones culturales, es la novedad. Si tenemos una información no la necesitamos de nuevo. Como es un bien inmaterial, no es destruido en el acto de consumo. En general la característica de bien público de las mercancías culturales hace que su costo marginal sea extremadamente bajo y en algunos casos cercano a cero.
Como se verá más adelante esto favorece las
economías de escala, dado que cuanto más copias se realicen del prototipo, el
costo de producción promedio de cada unidad cae. El costo de suministrar la
mercancía cultural a consumidores adicionales, es sumamente bajo y es
extremadamente bajo en relación con el costo del prototipo original. Los
potenciales retornos de las economías de escala son continuos, y por lo tanto
existen presiones para expandir el mercado hasta situaciones de oligopolio o
monopolio.
Una característica
complementaria es la necesidad de renovación extremadamente rápida de los
productos culturales. Muchos autores señalan que por ello cada producto
constituye un prototipo. Una alta proporción de los costos de producción se destina
al desarrollo de nuevos productos.
Esta alta rotación y el carácter simbólico de la
producción cultural, hacen que la demanda de cada nuevo producto cultural sea
muy incierta. Las Industrias
Culturales han desarrollado históricamente un conjunto de estrategias para
tratar el problema de la realización del valor que deriva de la naturaleza de
su mercancía. Estas estrategias determinan en gran parte la estructura de la
industria, que en muchos sectores es altamente concentrada. En otros ha
demandado una fuerte intervención estatal para garantizar la diversidad.
(…)
Las
características económicas de la industria cultural aquí sintetizadas deben
complementarse con la impronta social y política de la producción simbólica.
Esto significa, que sus productos no sólo tienen un costo de producción y un
valor de intercambio en el mercado sino además un rol muy significativo en la
constitución de identidades políticas y culturales. En general los estudios en comunicación se
preocuparon más por este último aspecto que por el económico. Desde nuestra
perspectiva, y centralmente a partir de las transformaciones del sector en los
últimos veinte años, ambas cuestiones deben ser consideradas en conjunto.
Desde un punto de vista sociopolítico, un elemento
central está constituido por el pluralismo informativo y cultural. Una
de las claves de la participación ciudadana en la definición de las principales
tendencias de la sociedad es tener la posibilidad de acceder a una variada gama
de productos culturales y opiniones.
La concentración de la
propiedad de los medios limitaría esta variedad y existen diversos ejemplos
de intervención de los Estados Nacionales con el objetivo de fomentar la
pluralidad. Básicamente esta intervención puede darse a través de dos
mecanismos. Por un lado, se han sancionado leyes que limitan la concentración
de la propiedad de empresas culturales, y por el otro se han otorgado subsidios
para estimular el desarrollo de nuevos emprendimientos.
Se registran intervenciones estatales en el mercado
cultural aún antes del siglo XIX, cuando la escala industrial de la cultura
empieza a cristalizarse en Europa. En el siglo XX, como se ha visto, se
consagra definitivamente la libertad de discurso y a la vez muchos Estados van
a asumir directamente la producción cultural. Las empresas de servicio público
de radiodifusión y los entes nacionales de cinematografía van a expresar el
criterio de algunos sectores hegemónicos, especialmente los europeos, de no
dejar sólo en manos del mercado la formación de la opinión pública. También en
Estados Unidos, se puede apreciar la preocupación existente por la necesidad de
impedir la concentración. En 1942, el informe Hutchins "Freedom of the
press" identificaba a la concentración de la propiedad de los medios como
uno de los tres grandes riesgos para la libertad de prensa. A diferencia de
Europa, en Estados Unidos se buscó limitar legalmente la posibilidad de
acaparar medios a través de las disposiciones de la Federal Communications
Comision (FCC).
Debe considerarse además que no sólo la
diversidad en la propiedad garantiza el pluralismo. También deben desarrollarse
mecanismos que permitan una mayor variedad de contenidos y el reflejo de las
distintas identidades. La diversidad en el contenido de los medios representa
un espejo central del pluralismo político y cultural.
Apuntes
para una historia de la concentración
En América Latina tempranamente se advirtieron los
problemas generados por una excesiva concentración de la propiedad de los
medios. Ya en los años sesenta los estudios de sociopolítica de la comunicación
definieron dos dimensiones de la concentración: geográfica y económica. La
geográfica hace referencia a la centralización de la producción, distribución y
consumo cultural en los grandes centros urbanos. Amplias regiones de los
distintos países latinoamericanos quedaron, y en muchos casos quedan, fuera del
alcance de estaciones de radio y televisión, así como de los circuitos
cinematográficos. De esta forma, la diversidad cultural de los países de la
región se vio reducida en muchos casos a la visión de las elites capitalinas.
La concentración económica se vincula con el complejo entramado de relaciones
que tempranamente se estableció entre el poder político, el poder económico y
los propietarios de los medios.
Numerosos estudios de las décadas del 60 y
70 observaban cómo los sectores hegemónicos se encontraban entre los
accionistas de los medios de comunicación. Si la prensa se había vinculado ya
en el siglo XIX con los sectores oligárquicos, y en muchos casos expresaba sus
puntos de vista y contradicciones, la difusión masiva de la radio y la
televisión fue contemporánea a la irrupción de proyectos modernizadores. Un
cierto determinismo tecnológico impulsó el desarrollo de los nuevos medios, con
el convencimiento de que estos constituirían un factor modernizador en forma
independiente de las estructuras sociales, culturales y económicas.
En algunos países una incipiente burguesía
industrial estimuló la difusión de la radio y la televisión. Igualmente, la
propiedad de los medios de comunicación en manos de los grupos hegemónicos
dificultaba la aparición en los medios de voces que cuestionaran las
estructuras sociales vigentes. Un fenómeno paralelo al de la concentración de
la propiedad estuvo constituido por la fuerte influencia de la producción
cultural extranjera, especialmente la que provenía de Estados Unidos. Los
estudios críticos de la época caracterizaron la situación con dos palabras:
concentración y dependencia.
En los
años 90 se aprecia un contexto de mayor competencia internacional de capitales,
con una gran cantidad de acuerdos, compras y fusiones de empresas de medios. La búsqueda por parte del capital, de sectores con
tasas de ganancia por encima de la media, apostó hacia el dinámico sector
info-comunicacional. La globalización afecta centralmente al sector de la
Industria Cultural.
El alto nivel de concentración oligopólica de las
telecomunicaciones y el audiovisual constituye uno de los elementos que
permiten explicar la convergencia, que en términos de Burgelman remite a la
reunión de dos mundos de la comunicación, que gracias a la informática pueden
converger en tres niveles: tecnológico, de actores y de servicios. (…) La
internacionalización de los mercados lleva a la constitución de grupos de
comunicación. Los más destacados de América Latina, Televisa de México, Cisneros
de Venezuela, Globo de Brasil y Clarín de Argentina, intentan constituirse en
los interlocutores regionales de los grandes grupos multinacionales. Si se
analiza la fuerte crisis por la que atraviesan los grupos sudamericanos, con
dos de ellos (Clarín y Globo) en convocatoria de acreedores, puede analizarse
una paradoja de la economía globalizada. Para poder insertarse en el mercado
mundial debieron asumir importantes deudas, que hoy no pueden pagar. Sin
embargo, todos los empresarios señalan que no tenían otra alternativa que
encarar el proceso de crecimiento para no verse absorbidos por grupos
internacionales más grandes.
Pero América Latina no constituyó un caso aislado en
el contexto mundial. A partir de los 80, se relajaron las legislaciones nacionales
y dio comienzo a un feroz proceso de concentración internacional de las
Industrias Culturales. Juan Carlos de Miguel señala con acierto que hasta los
80, predominaron los grupos monomedia, de carácter nacional. En dicha década la
operación de medios más importante fue la compra de la cadena de televisión
americana ABC por Capital Cities por un monto de 340 millones de dólares.
En los 90, se comprueba
un proceso de diversificación multimedia, con la consolidación de los grupos
más importantes. La operación más importante es la fusión de otra cadena, la
CBS, con VIACOM por 37.000 millones de dólares. Ya en el siglo XXI, aparecen
operaciones que buscan combinar los grupos multimedia con otros que favorezcan
la interactividad de las audiencias. Es una etapa reticular o interactiva. La
operación más importante es la fusión AOL- Time Warner que implicó 350.000
millones de dólares. (Miguel, 2002) De esta forma en poco menos de 20 años las
sumas invertidas se multiplican exponencialmente, dando cuenta de la centralidad
de los procesos de concentración en las Industrias Culturales.
Diferentes
preocupaciones frente a la concentración
Los procesos de concentración de la propiedad de
los medios de comunicación y las telecomunicaciones se han convertido en un
importante objeto de estudio. Sintetizaremos diversas posiciones que han
analizado el fenómeno. Algunos autores toman como criterio principal la
necesidad de favorecer el crecimiento de las empresas, dado que éstas se han
convertido en un factor de desarrollo económico. Por ejemplo los españoles
Alfonso Sánchez Tabernero y Miguel Carvajal (2002), relativizan la
concentración de los mercados de medios al señalar los límites del fenómeno: el
crecimiento desmesurado puede producir parálisis. Si bien reconocen que la
concentración de poder puede dificultar la libre competencia y dificultar el
contraste de ideas y servir a la presión política de algunos, destacan que no
es conveniente detener los procesos de crecimiento, porque de esta forma se
penaliza el éxito y se frena la innovación.
Por su parte un estudio reciente de investigadores
vinculados al Banco Mundial destaca que en la sociedad y la economía
moderna, la disponibilidad de información es central para la mejor decisión de
los ciudadanos y los consumidores, porque determina la eficiencia.
Los medios son
intermediarios que recogen información y la ponen a disposición de consumidores
y ciudadanos, y de acuerdo a su criterio la organización privada de los mismos
es netamente superior a la pública. En el estudio comparado de la situación
mundial, se destaca que América latina es la región con menor participación del
Estado en la propiedad de los medios gráficos y audiovisuales (Djankov et
altri, 2001).
Desde otra perspectiva, la escuela crítica ha
denunciado los procesos de concentración de la propiedad. En un trabajo
pionero, Ben Bagdikian (1986) demuestra cómo los propietarios de los medios
promocionan sus valores e intereses. Su interferencia en la línea editorial
puede ser indirecta, mediante la influencia de los editores y la autocensura, o
directa cuando se indica la reescritura de un texto. La concentración de la
propiedad en manos de los sectores dominantes económicamente tiende a
dificultar que se expresen las voces críticas al sistema.
Estas posiciones fueron desarrolladas y adaptadas en
América Latina por autores de la talla del venezolano Antonio Pascuali o el
boliviano Luis Ramiro Beltrán que plantearon la necesidad de establecer
Políticas Nacionales de Comunicación que, entre otros objetivos, evitaran la
concentración de la propiedad de los medios de comunicación. (…)
La
perspectiva política y la cuestión del pluralismo
(…) Históricamente se ha definido que la forma de
garantizar el pluralismo es a través de la diversidad de medios, de múltiples
voces, y de la expresión pública de diferentes definiciones políticas. Sin una
provisión de medios abierta y pluralista, se perjudica el derecho a recibir e
impartir información. Es por ello que no debe quedar limitado a garantizar una
estructura de propiedad no oligopólica, sino que también debe asegurarse la
multiplicidad de contenidos en los medios. Esta diversidad de propietarios y
contenidos debe quedar reflejada en todos los niveles relevantes: el político,
el cultural y el lingüístico.
El pluralismo político es la necesidad, de acuerdo a
los intereses de la ciudadanía, de contar con un conjunto de opiniones
representadas en los medios. La conexión entre propiedad y la influencia
potencial de los medios, que es el mayor desafío al pluralismo, debe
representar el foco principal de todos aquellos que lo promuevan. Su misión
será asegurar que los medios de comunicación permitan la expresión del conjunto
de las opiniones políticas y no sólo de aquellas afines a los intereses de los
propietarios.
Pero también hay que asegurar que las diferentes
culturas presentes en un país o región encuentren un canal de comunicación.
El pluralismo cultural deberá reflejar la diversidad de la sociedad. En este
caso no sólo hay que considerar qué contenidos están disponibles, sino también
cuáles son consumidos. También debería asegurarse que las minorías lingüísticas
puedan expresarse y recibir información y programas en su lengua. Si bien en
general el nivel lingüístico ha sido despreciado en América Latina, debe
recuperárselo si se considera la multiplicidad de lenguas indígenas existentes.
Fuente: “Concentración
de medios” (fragmento-recopilación) - Por Martín Becerra y Guillermo Mastrini
(UBA) * El resaltado es mío.
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