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OMC (5) INDUSTRIAS CULTURALES



El concepto de masa comenzó a abandonarse en las ciencias sociales a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial (1945), y con él todos sus conceptos anexo, entre los que se encuentra el de cultura de masas que comenzará a ser reemplazado por el de Industria Cultural.

La razón de este reemplazo es que el término cultura de masas hace suponer que es una cultura generada por las masas, en cambio Industria Cultural deja en claro que los mensajes que circulan por la sociedad son generados esencialmente por un grupo determinado de ella que los produce, una minoría, y los envía a través de los medios de comunicación.
Por lo tanto al concepto de Industria Cultural remite a la idea de que existe una elite cultural que controla mediante los mensajes de los medios al resto de los grupos sociales, especialmente los más bajos de la escala social.

El fenómeno se acrecienta cuando se produce una constante fragmentación de los grupos sociales ya que los generadores de mensajes, la Industria Cultural, disponen cada vez de más avanzados medios de comunicación.

El concepto de industrias culturales fue esbozado en 1947 por T. Adorno y M. Horkheimer[1], quienes subrayaron las grandes amenazas de la aplicación de las técnicas de reproducción industrial en la creación y difusión masiva de las obras culturales. Este concepto fue, sin embargo, evocado por primera vez en 1935 por el filósofo alemán W. Benjamin, quien indicó que la obra de arte estaba comenzando a perder su valor e importancia debido a la reproducción industrial por medio de técnicas modernas de la cual era objeto. El elemento común de estas reflexiones es que ambas hacen énfasis en el hecho que la calidad de la obra artística estaba diluyéndose fruto del proceso de estandarización del contenido de la obra.

Estas primeras definiciones centraban su análisis en la obra artística en sí misma y no en la problemática que afectaba la producción de la obra así como su difusión.

Con el transcurso del tiempo, estos argumentos fueron matizados y las predicciones fatalistas en torno a la progresiva desaparición de la creación artística fueron reemplazadas, en los setenta, por una serie de análisis económicos basados sobre todo en el proceso de producción de las industrias culturales. Así, se pasó del cuestionamiento en torno a la obra y al acto creativo al tema de la reproducción de las industrias culturales y los soportes que permitían su difusión. Las industrias culturales pasaron así a ser vistas como posibles medios para transmitir ciertos mensajes e información.


Durante la década de los ochenta y como consecuencia del Informe elaborado por la Comisión Mc.Bride[2] en torno a las importantes asimetrías existentes entre los países desarrollados y en desarrollo en materia de producción y distribución de productos mediáticos, un Comité de expertos reunidos bajo el auspicio de la UNESCO elaboró un enfoque equilibrado respecto a la verdadera función de las industrias culturales en las sociedades contemporáneas. Este Comité definió a las industrias culturales como:

"aquellas industrias cuyos bienes y servicios culturales son producidos, reproducidos, conservados y difundidos según criterios industriales y comerciales, es decir, en serie y aplicando estrategias de carácter económico". Conforme se desprende de esta nueva conceptualización realizada por este Comité de expertos, la definición de las industrias culturales comenzó a centrar su atención en la conjunción de elementos tan variados como los procesos industriales (requeridos para la elaboración de dichos bienes y servicios culturales, bienes y servicios simbólicos) y la actividad creativa del que produce los bienes y servicios culturales.

En un concepto de tan amplia perspectiva como el de Industrias Culturales que alude a ―bienes y servicios culturales bienes y servicios simbólicos, como su producto requiere una identificación más precisa de a qué cosa se refieren esos productos generados por la industria cultural.

Podríamos identificar entonces a las industrias culturales como aquellas industrias que si bien producen, reproducen, difunden y comercializan bienes y servicios culturales reproducibles a escala industrial, de acuerdo a criterios económicos y "siguiendo una estrategia comercial" cumplen un rol importante en la definición de las sociedades. De esta manera, las industrias culturales se centran en las industrias de la radio, la televisión, el cine, la industria de la música, la publicidad, el libro, los periódicos, etc., y también ciertas actividades teatrales y turísticas que logren conjugar tanto el aspecto económico-comercial como cultural.

Esta definición, que hace confluir las dimensiones económicas y culturales de las industrias culturales, nos permitirá comprender en toda su complejidad el debate entre cultura y comercio hoy existente. Este debate, en el que las industrias culturales son el punto central de conflicto, forma parte del grupo de reflexiones sobre los efectos de la globalización en las culturas nacionales que han sido el centro de atención, en estos últimos años, de antropólogos, sociólogos y expertos en comunicaciones.

El especialista español Ramón Zallo, define la Industria Cultural como:

“un conjunto de ramas, segmentos y actividades auxiliares industriales productoras y distribuidoras de mercancías con contenidos simbólicos, concebidas por un trabajo creativo, organizadas por un capital que se valoriza y destinadas finalmente a los mercados de consumo con una función de reproducción ideológica y social”.

En cualquier caso hay que destacar también la idea de que esta denominación tiende a crear una ilusión de semejanzas entre muy diversas industrias y consumos, unificando y disimulando diferencias significativas, las cuales son quizás aún mayores en el caso de la idea de “consumo cultural”, en la cual algunos autores no sólo incluyen los consumos de los productos de las “industrias culturales” sino también otros, como por ejemplo la asistencia a teatros, galerías de arte, museos y otros establecimientos semejantes. Por otra parte, ciertas maneras de denominar a estas industrias y consumos tiende a dotarlos de una suerte de status privilegiado, de una cierta “aura”.

En una cultura atravesada por el mercado los bienes simbólicos producidos por la Industria Cultural son unidimensionales, su única dimensión es ser bienes para su consumo en el mercado.

Los productores culturales son un pequeño grupo que ostenta el poder monopólico sobre los medios de comunicación (que por lo general coincide con el poder económico y el poder político) y produce los mensajes que circulando por las sociedades son consumidos por los públicos y las audiencias.


Por otra parte, el concepto Industria Cultural nos remite directamente al vínculo entre producción cultural y comercialización en el mercado, por lo cual podemos hablar de un mercado cultural estructurado con el objetivo final de obtener beneficios económicos.

Los mensajes que circulan son pues determinados por una minoría concentrada de emisores dirigidos hacia una mayoría pasiva de fragmentados receptores.

En este razonamiento un mensaje, sea este una noticia, un símbolo, un libro, una película, una canción, un poema, es una mercancía cultural, y el campo de la cultura, un mercado económico.

Este es un factor esencial del concepto de Industria Cultural: la existencia de un movimiento global de producción de cultura en la forma de mercancía, para la mayor editorial del mundo, Random House, un libro que deba ser editado no es el que tenga virtudes literarias sino el que asegure una rentabilidad suficiente.

Estos objetos culturales que son los productos de la industria cultural (diarios, revistas, programas de radio, programas de TV, etc.) manifiestan las mismas características de organización, gestión y fabricación que cualquier otra mercancía, y en su estructura se parecen cada vez más al mensaje publicitario, ya que resulta el más adecuado para el mercado, esto es: ser simple, emotivo, directo, visual.
En la actualidad se verifican 3 fenómenos relacionados:

1) Que el control sobre la producción y distribución de ideas se concentra en manos de los propietarios de los medios de comunicación (coincidentemente los mismos que ostentan el poder económico en la sociedad).

2) Que a partir de este control las ideas de los grupos de poder son las que prevalecen dentro de la sociedad global, ya que son las que circulan en mayor cantidad, no habiendo lugar para mensajes alternativos.

3) Que esta legitimación del pensamiento de los grupos de poder permite que la población reconozca como naturales diferencias que son históricas y sociales, como es el caso de la estratificación económica de la sociedad.

La existencia de una Industria Cultural supone entonces una dominación cultural de un grupo de poder que emite los productos culturales sobre una audiencia masiva que los recibe, ya que las Industrias Culturales resultan claves en la construcción de la identidad de un país.

Durante gran parte del siglo XX los medios respondieron a un proyecto político nacional y se convirtieron en voceros de una identidad nacional, actualmente se vive un proceso inverso ya que la transnacionalización de la Industria Cultural, vincula sus identidades a estratagemas de mercado buscando potenciar sus beneficios económicos, aunque esas identidades que hoy construyen los medios globales de comunicación no deben ser subvaloradas, aunque constituyan identidades más precarias, menos duraderas y más plásticas que las viejas identidades construidas en base a una definición territorial o lingüística.

Los mismos grupos que dominan el intercambio económico o las decisiones políticas son los que tienen el control de la Industria Cultural.

Para comprobar esta premisa basta realizar una recorrida acerca de quiénes son los propietarios de los más grandes medios de comunicación de la Argentina y del mundo, y como se concentran cada vez en menos manos.

A nivel global puede observarse como Estados Unidos se queda con el 55% de las ganancias mundiales de la Industria Cultural, la Unión Europea con el 25% y Japón con el 15%. Todos los países iberoamericanos junto solo alcanzan el 5%.

En la Argentina solo el 18% del cine que se consume son producciones nacionales, la mitad proviene de Estados Unidos, el 23% de Europa, y escasamente un 3% de países latinoamericanos.

Nota relacionada:

El Gobierno resuelve cobrar un arancel a películas extranjeras. Resolución 2114/2011 publicada en el Boletín Oficial, con la idea fundamental además de alentar la producción local. El cronista Comercial 31/08/2011 Fuente: http://www.cronista.com/contenidos/2011/08/31/noticia_0083.html
La importancia que tiene la Industria en el dominio global se expresa en el hecho de representa el segundo rubro de ingresos para la economía más poderosa del planeta, los Estados Unidos, representando el 6% de su Producto Bruto Interno (PBI) y empleando a 1.300.000 personas.

Defenderse de esta ―invasión cultural desde el exterior que afecta directamente la preservación de la identidad nacional es sumamente difícil. Prueba de ello es que ni los grandes países de Europa pueden evitar verse arrollados por la industria cultural norteamericana.



Cuando los contenidos culturales que consume una sociedad provienen masivamente del extranjero resulta difícil que las personas puedan comprender, sentir y cambiar la compleja realidad de su sociedad.De todos modos no debemos suponer que los receptores son seres pasivos e indefensos frente al mensaje de la industria cultural, sino que esas audiencias deben poder comprender mejor esa relación.

TP Nº - Industrias Culturales

1- Diferencias entre los términos "Cultura de masas" e "Industrias Culturales"
2-¿Dónde surge el concepto de IC? ¿Quiénes son los primeros autores que la mencionan?
3- ¿Cómo define la UNESCO a las IC?
4- ¿Dónde se centran las IC?
5- ¿Cuáles son los tres fenómenos que se verifican en la actualidad en relación a las IC? Realice un esquema.
6- ¿Qué pasa con la industria del cine en Argentina?
7- Finalmente realice un mapa conceptual del tema abordado

1] Teodor Adorno y Max Horkheimer reemplazan por primera vez en 1944 el concepto cultura de masas por el de Industria Cultural.

[2] El Informe MacBride, también conocido como "Voces Múltiples, Un Solo Mundo", es un documento de la Unesco publicado en 1980 y redactado por una comisión presidida por el irlandés Seán MacBride, ganador del premio Nobel de la Paz. Su objetivo era analizar los problemas de la comunicación en el mundo y las sociedades modernas, particularmente con relación a la comunicación de masas y a la prensa internacional, y entonces sugerir un nuevo orden comunicacional para resolver estos problemas y promover la paz y el desarrollo humano.

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